La figura de Johnny Cash en la música popular trasciende el country y el rock, va más allá de géneros. Su aporte desborda de riqueza sonora y autenticidad como solo un Bob Dylan o un Neil Young pueden. Es decir, imprime su sello y hace lo suyo. Esa leyenda claro, nunca quedo mejor cimentada que con los dos discos en concierto grabados a finales de los sesenta ante una audiencia que no se encuentra todos los días. Para estos shows no se podía comprar una entrada. Pocas veces (si es que las hay) he escuchado discos en vivo que me han cautivado tanto como los que Johnny grabo frente a los habitantes de las prisiones de Folsom y San Quentin.
Primero en 1968, junto a su banda los Tennessee Three (que incluía al legendario Carl Perkins), Cash se presenta ante la audiencia de la Prisión de Folsom cargado de simpatía y canciones que conectan inmediatamente con la experiencia de los reclusos. Y eso es lo que hace grandioso a Cash en esta presentación. Si solo hubiera sido un concierto de “hits” tocados en una cárcel tal vez hubiéramos dicho que At Folsom Prison es un “souvenir” curioso, pero es la atención que Cash le pone a su audiencia brindando canciones pendencieras como la fantástica “Cocaine Blues” y la clásica “Folsom Prison Blues” que en verdad hacen de este disco algo muy especial. Mejor aún resulta cuando Cash interpreta canciones compuestas por los mismos reclusos como “The Wall” y “Greystone Chapel”. No conozco otro artista que se tome el tiempo para entender a una audiencia (y vaya que no es fácil entender a esta) de la forma como Cash lo hace en este álbum. Las liricas expresan el dolor y la frustración de la vida en prisión pero también celebran las experiencias de quienes prefieren estar al borde de la ley viviendo aventuras, eso sí; sin emitir juicios morales y agregando un sentido humorista que impide que suene a que el autor esta enalteciendo la vida criminal.
Un año después, tras el éxito de At Folsom Prison, Cash graba en otra prisión su secuela, At San Quentin. Nuevamente los resultados son fenomenales, tal vez mejores que su antecesor. Resulta igualmente interesante escuchar a Cash hablar con los presos entre canciones: Johnny se burla de los guardias, hace chistes sobre su adicción a las drogas y ofrece tocar lo que le pidan: “Walk The Line!” grita un preso, y Johnny complace. Pero el momento más emotivo llega cuando Cash canta una canción compuesta especialmente para los muchachos de esa prisión titulada simplemente: “San Quentin”. Le piden que la repita y eso es lo que hace exactamente, la rola está cargada de frases que seguramente pusieron nerviosos a los guardias pero que expresaron todo el sentir de los presos. Hombres que perdieron su libertad y quienes la sociedad cree estar “rehabilitando” pero que en realidad están desintegrando su humanidad y espíritu con cada día que pasa. En este día al menos, Cash les abre una ventana y se une a ellos. En este disco hay más hits como “Ring of Fire” y la simpatiquísima “A Boy Named Sue” pero son los comentarios y la actitud de Cash que realmente destacan: “yo soy uno de ustedes” resuena con toda sinceridad y humanidad.
Creo que el “hombre de negro” y su leyenda estan mas que asegurada con solo estas dos perlas de conciertos, no han escuchado nada hasta que le den una pasada a At Folsom Prison y At San Quentin, les prometo que no se van a arrepentir. (Francisco Valdes)
Esta famosa imagen fue tomada durante el concierto de la prision de San Quentin en 1969
Cash es un grande, una leyenda, un artista que conmueve a quienes necesitan arte puro y honesto.
ResponderEliminarpor lo menos a mi me desperto el interes por el country, cosa que nunca pense hacer.
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