Hay pocos artistas como Neil Young y pocos discos como Rust Never Sleeps, la apología del cantautor canadiense a la integridad y madurez dentro del arte grabado en vivo en 1979 (pero compuesto de canciones totalmente inéditas hasta ese momento) junto a su legendaria banda Crazy Horse. Las canciones derraman sinceridad y sentido de urgencia, se tiñen como himnos a una batalla que pareciera que la mayoría de artistas han olvidado hoy día: La necesidad de reinventarse y retarse al mismo tiempo sin caer en conformismos o mamadas complacientes. Dividido en una mitad acústica y una eléctrica, Rust Never Sleeps empieza y cierra con la misma canción en dos versiones, la poderosísima “My My Hey Hey” (cambiada a Hey Hey My My para su reprise al final del disco) que Young escribió como tributo a Jhonny Rotten de los Sex Pistols quienes para ese año ya habían cambiado el esquema de la música sin haberse vendido con todo y las presiones de la fama. Le siguen obras maestras como “Trasher” y la fenomenal “Pocahontas” para cerrar la mitad acústica. “Powderfinger” abre con su penetrante guitarra vagabunda el lado eléctrico seguida de “Welfare Mothers” y la frenética “Sedan Delivery” antes de cerrar con “Hey Hey My My”. En Neil Young podemos estar agradecidos de tener un cantante que se ha mantenido honesto, fresco y fiel a sus ideales; lo mejor que podemos esperar de un verdadero héroe del rock, quien mas que el viejo Neil que ha sido bastión de sus propias palabras: “It’s better to burn out than to fade away”. Un disco verdaderamente extraordinario. (Francisco Valdés)
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