El artista explora caminos, se pone retos y asume riesgos
que pueden implicar la rebelión de sus fieles o hasta la muerte. Suena
dramático con un toque intencional de romántico. Para 1965 Bob Dylan navegaba
las aguas turbulentas de una carrera que tomaba el inesperado giro hacia los
sonidos “comerciales” del rock y el surrealismo absurdista de lo que en esa
sexta década del siglo veinte llegó a ser definido como “psicodélico”. Casi un año antes, con el estupendo Bringing It All Back Home, Dylan le había dado la espalda a su
congregación de “folkies” fascinados con los himnos de protesta que el mismo les
había puesto en un pedestal. Ese disco fue un verdadero parte aguas que
arrancaba con el tren eléctrico de “Subterranean Homesick Blues” y que
terminaba con el beso de despedida al idealismo (intencional o no) de “It´s All
Over Now Baby Blue”. Entonces aparece Highway 61 Revisited
, el siguiente capítulo de la saga.
Cargado de humor, embriaguez entre fantasía
y sueños. Influenciado por la música blues, el rock y la literatura Beatnik de Gingsberg, Burroughs y Kerouac. Callando de una vez
por todas cualquiera que pensó que esto
era una simple “fase”. Medio siglo
después de su aparición, el sexto disco de su carrera sigue generando airadas
discusiones sobre el significado de sus letras y su influencia
en la música contemporánea para las generaciones que vinieron después.
Pero dentro de toda la locura a su alrededor (irónicamente)
fue la exacta conjugación de las piezas lo que lo hizo un disco monumental. Las
canciones que escogió para meter en la grabación final, los músicos que lo
acompañaron y hasta la foto de la portada que por absurdo que suene guarda un
magnetismo muy especial; Dylan viendo directo a la cámara con esa cara de:
Estas o no conmigo?
El álbum arranca con el “big bang” sónico de “Like a Rolling
Stone” y esas primeras notas de la gran autopista que se abre ante tus ojos. “Once upon a time you dressed so fine…” y nos vamos con el pedal
presionado. “How does it feel?” pregunta una y otra vez nuestro héroe. Que se siente estar solo?, sin dirección a casa, como piedra rodante. Al
Kooper y ese órgano tocado una nota detrás del resto de los instrumentos le da
una espacialidad a la canción perfecto para el “mood” que se quiere transmitir.
Sigue “Tombstone Blues” (mi favorita por cierto) con Dylan lanzando versos entre
los cortos zarpazos de la guitarra bulliciosa del legendario Mike Bloomfield. “It
Takes A Lot to Laugh, it Takes a Train to Cry” deliciosamente lenta con ese
piano cortesía del mismo Dylan liderando al pelotón. La primera mitad termina
con la sanguinaria “Ballad of a Thin Man” que sienta un ambiente oscurón entre
una letra aparentemente lanzada a una figura hipócrita representada por un tal Mr.
Jones (posiblemente se refiere a la prensa). La voz desafiante, dura.
Para el lado B nos perdemos en las melodías de “Queen Jane”,
la divertisima “Highway 61 Revisited” y “Just
Like Tom Thumb´s Blues”. Esta última encuentra a nuestro protagonista borracho
y declarando que está al borde de su final. Pero el tono no es negativo sino un
tanto burlón. Donde la decepción resulta confortante. El festín eléctrico tipo
carnaval cirquero que el disco transmite se detiene justo en la penúltima rola para abrir paso a la impresionante “Desolation Row”; una pieza de más de 11
minutos completamente acústica en cuyos versos surreales desfilan personajes de
obras literarias y escenas alucinógenas. Absurdista fue la palabra que usamos
al inicio. “All these people
you mention, yes I´ve meet them, they are all quite lame…. please don´t send
me no letters, not unless you mail them from Desolation Row”. Dylan
pone el corcho en la botella cambiando el sentimiento de todo
el LP con una canción que no pudo haber sido mejor escogida para finalizarlo
todo.
En verdad el artista explora esos caminos y conquista los
retos pero no porque quiera quedar bien. Tiene un placer egoísta que
satisfacer. Viaja solitario en su propio tren donde todos somos simples invitados.
En su búsqueda nos enseña a desenterrar dentro de nosotros mismos. La mejor lección de
Highway 61 Revisited es esa. Pero no te lo tomes en serio, no me creas a mí. Créete
a vos mismo primero. (Francisco)
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