Me cuesta pensar que mucha de la base del rock n roll relajero y sexual de gigantes del genero como los Rolling Stones, Led Zeppelin o Cream existiría sin la influencia del gran Muddy Waters . Mejor dicho, no se hubiera gestado en lo absoluto. Tampoco el blues como género hubiera dado el paso que dio sin ir de la mano de este gran hombre. Y es que no fue hasta que los artistas blancos (especialmente los ingleses) empezaron a decir: “hey, este es el tipo que nos enseño todo” que se abrieron las puertas para que artistas como Howlin’ Wolf, Willie Dixon y Muddy fueran finalmente reconocimos como la “semilla”. Los dignos padres del “Chicago Blues” cuyo valiosísimo aporte saco a ese estilo de los campos de algodón y de las tabernas de la comunidad negra en el sur de Estados Unidos.
“Mississipi” Muddy Waters tuvo la ventaja versus quienes le antecedieron (Robert Johnson por ejemplo) de aparecer en una época en donde ya existía la tecnología para capturar en el estudio la esencia del blues en toda su jovialidad, lamento, embriaguez y lujuria. Pero era el genio de Muddy el que impedía que dejara de sonar sincero y audaz; es decir, le inyectaba su personalidad a cada grabación. Sus canciones clave, salieron en la década de los cincuenta con Chess Records; mecca del blues, soul y rock que albergaba a otros grandes como Chuck Berry, Etta James, Bo Diddley y Howlin’ Wolf.
Al punto llego entonces con The Anthology, un disco doble que sobrepasa cualquier otra compilación de este señorón (y vaya que hay muchas). Con sus 50 canciones abarca lo básico (si, solo lo básico en 50) de este maestro de la guitarra y la voz ronca. Aquí están las más audaces: “I Can’t be Satisfied”, “Got My Mojo Workin”, “Rollin’ and Tumblin”, las mas copiadas: “Baby Please Don’t Go”, “Trouble No More”, “My Home Is In The Delta”, las que definen a Waters como un verdadero maestro: “Hoochie Coochie Man”, “Mannish Boy”, “I Just Wan’t To Make Love To You”, “She Moves Me”, “I’m Ready”. Todas esenciales, pendencieras y que se disfrutan como el buen whisky acompañado de una buena mujer.
El sonido único que tienen estas grabaciones a pesar de la simpleza de los acordes y de la estructura de las rolas solo demuestran el talento de Muddy como “performer”. Nadie que las toque puede sonar igual, porque nadie es capaz de inyectarle esa chispa mágica que estaba tan en la sangre de un hombre que creció viviendo el sufrimiento que para otros es mera pose. Por supuesto que también hay mucho que celebrar, y eso es algo que va haciendo de estos discos algo muy especial, resultan siendo una escuchada fantástica que nunca aburre. Dejen de quejarse, agarren una silla, llenen su vaso y maravíllense con el sonido de este inmortal maestro del blues. Mejores consejos para su vida, creo que no les puedo dar. (Francisco Valdes)
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