Aretha
Franklin fue una de las estrellas más brillantes en el universo de la música. Aquella época dorada donde el sentimiento y
dolor perneaban los discos de intérpretes negros en medio de la turbulenta
década de los sesenta en Estados Unidos. Luchas raciales, luchas por la
igualdad entre hombres y mujeres, lucha contra un mundo turbulento que parecía
desmoronarse cada vez más. Esta mujer estuvo allí, en medio de todo. Cantándole
al mundo, pidiendo “Respect".
Hablemos de
su voz. La voz de Aretha no era un instrumento, era una orquesta completa. Su
capacidad para capturar las emociones fuera en tono alto o en bajo no tenía
rival. Cuando la señorita Franklin
cantaba el mundo la escuchaba. Su voz llego a las alturas de los templos
celestiales. Vayan a sus hits para comprobarlo: “Chain of Fools”, “Think”, “I
Never Loved a Man (The Way I Loved You)” y la universal “Respect”. Todas esas
canciones capturan esa capacidad, ese poder magnifico de tocar lo más profundo
del alma.
Nacida en
1942 en Memphis hija de un predicador, Aretha aprendió desde muy pequeña a
cantar en la Iglesia. Su vida personal estuvo llena de momentos duros: Un
matrimonio complicado, alcoholismo y en estos últimos años una larga batalla
con el cáncer pancreático que termino quitándole la vida. Su carácter de acero,
su corazón valiente y su personalidad única la sacaron a flote en medio de las
aguas turbulentas para convertirse en la cantante más influyente del Soul. Insuperable
e inigualable en términos de impacto e influencia más que cualquier otro artista
de ese género con excepción de James Brown.
Su legado
tuvo repercusiones en el estilo de otras grandes cantantes que fueron cargando
con su valiosa herencia artística: Whitney Houston, Patti La Belle, Lauryn Hill
y Adele por mencionar solo unas cuantas. “Lady Soul” como le apodaban dejo todo
su ser plasmado en su música, con el espíritu, el sudor y las lágrimas. Hoy le
rendimos tributo y le agradecemos por ese tesoro musical. (Francisco)
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