En estos días sobran los tributos al icónico David Bowie.
Una infinidad de artistas, periodistas y meros mortales (presente) han escrito sobre la
influencia y lo que significó para ellos el aporte artístico de este señorón. Y
con toda razón. Bowie demostró a través de una larga y fascinante carrera lo
que significa estar en constante evolución. Un consumado artista que hasta sus
últimos días (literalmente) no dejó de crear. Esa fascinación por el poco
convencionalismo y lo “raro” pero atractivo que nos parecía su propuesta, el
periodista Rob Shefield la define mejor:
“He was the most human and most
alien of rock artists, turning to face the strange, speaking to the freak in
everyone…’’
Bowie también fue de los pocos en lograr un gran éxito
comercial sin perder la mística que lo hacía especial. No se le puede definir
como un artista underground porque siempre estuvo al frente de los medios
masivos; pero más bien parecía un extraño invitado que se “colo” a la fiesta
para demostrar cómo debían hacerse las cosas de verdad. En cierta forma, fue el
artista de culto más popular de todos los tiempos.
Ground Control To Major Tom
Aquel David Jones que decidió cambiarse su apellido a Bowie
para no ser confundido con el cantante de la entonces popular boy band The
Monkees apareció como un artista folk a finales de los sesenta. Cantando sus
primeras piezas neo psicodélicas muy acorde al sonido británico de esos tiempos
donde bandas como Pink Floyd y T Rex (en ese entonces llamada Tyranosauous Rex)
pintaban el undeground londinense con rock espacial y bizarro. Pocos pusieron
atención al joven David.
No fue hasta que aparece Space
Oddity con un look más andrógeno que
nuestro héroe empieza a despegar. Los tiempos también habían cambiado; el
espíritu político de los sesentas estaba muriendo abriendo paso a una nueva
década más hedonista, más individual y cruda. Tal vez la respuesta estaba en
las estrellas. Aquel Major Tom de Space
Oddity; un chaval producto de los “swinging sixties” ahora buscaba
horizontes nuevos fuera de lo conocido. Hacia lo inexplorado. El mundo quedo
fascinado con este marciano de pelo rojo que con su guitarra acústica nos
contaba su historia sobre haberse quedado flotando en el espacio. Poco se
imaginaron hasta donde los llevaría el viaje.
Esos horizontes se expandieron aún más con sus siguientes
dos discos; The Man Who Sold The World
y Hunky Dory. Este último cimento a
Bowie como un cantautor inigualable. Audaz desde el manifestó de “Changes”
rompiendo los espejos de la melancolía; el drama espacial de “Life on Mars?”, y
las estupendas movidas de “Oh You Pretty Things!”. David había llegado para
quedarse.
A Lad Insane
El teatro fue también una de sus primeras inclinaciones artísticas.
Inclusive formo parte de un colectivo de mimos a finales del 69. El aspecto
visual fue clave en potencializar las canciones de muchos de sus discos.
Llevando así una revolución que no solo se limitaba al sonido sino también al
look. “Glam Rock” le apodo la prensa a esta nueva ola decadente donde los
chicos parecían chicas y la música rebalsaba de lujuria y personalidad.
Estas
nuevas divas del rock eran comandadas por artistas de la talla de Roxy Music,
Sweet, Marc Bolan y por supuesto Bowie. Ahora convertido en el nuevo mesías del
rock n roll con Ziggy Stardust and The
Spiders From Mars. Tal vez el disco más notorio de toda su carrera musical.
El álbum que finalmente lo subió a la constelación de las grandes estrellas pop.
Le trajo su primer éxito comercial con “Starman” y le gano un ejército de
fanáticos perdidos en los himnos protopunkosos de “Moonage Daydream”, “Suffragatte City” y
“Ziggy Stardust”. En la misma vena glam, Ziggy tuvo dos secuelas: Aladdin Sane y Diamond Dogs. Pero en la cima del extasis glam, era necesario matar
al ídolo y volver a empezar.
Don’t let me hear you
say: Life is taking you nowhere
Colaboraciones hubieron muchas para mediados de los setenta.
Tanto en su propia música como en la de otros. Lo que Bowie tocaba lo convertía
en oro. Escribiendo el máximo hit de Mott The Hopple “All The Young Dudes”,
reviviendo la carrera de Lou Reed produciendole Transformer y presentando a Iggy Pop a una nueva generación de
locos con The Idiot y Lust For Life. Colaborando en sus
propios discos con artistas tan dispares como Rick Wakeman en “Life on Mars?” o
coescribiendo canciones junto a John Lennon como la fenomenal “Fame” para su
nuevo clásico Young Americans.
Este
ya era un Bowie diferente, sin maquillaje. Un tipo cool bien vestido; un duke
blanco adicto al neo funk de Station to
Station. Adicto a la cocaína también. Produciendo música que lo llevaría a
ser el primer artista blanco en aparecer en Soul Train gracias al éxito de
“Golden Years”; aunque dice no recordarlo por estar perdido en una maleza del
diabólico polvo blanco. Entre tanto exceso, era necesario tocar fondo. Era
necesario volver a reinventarse.
A New Career in a New
Town
Dejando atrás el ruido, las drogas y la década que estaba
por desplomarse; Bowie se instaló en Berlin junto a Brian Eno atraído por los
sonidos fríos de un nuevo movimiento musical que tomaba fuerza en el país
alemán: el krautrock. Junto a Eno, el productor Tony Visconti, su guitarrista
Carlos Alomar y colaborando con Robert Fripp de King Crimson, Bowie construyo
dos de su mejores obras en 1977: Low y
Heroes. Discos en donde fragmentó su
sonido y lo reconstruyó con melodías ambientales, paisajes oscuros y tonos
desafiantes.
Un tercer disco de esta etapa; Lodger, aparecería para cerrar la década de los setentas. Una
década cuyo sonido Bowie ayudo a definir, convirtiéndose en un maestro de la
auto invención una y otra vez, mostrándole al mundo sus mejores cartas.
Put on your red shoes
and dance the blues
Con la aparición de MTV a inicios de los ochenta el aspecto
visual tomo una nueva forma. El videoclip se convirtió en una extensión de la
música. Bowie inauguro la década con
“Ashes to Ashes” (del genial LP Scary
Monsters) una canción en donde revisitaba al personaje de Major Tom; ahora
un viajero espacial perdido en su locura producto de los excesos. El surreal
video lo mostraba vestido de payaso,
caminando desorientado por una playa
mientras imágenes de su pasado lo aturden. Obviamente autobiográfico.
Con la ayuda de Nile Rodgers guitarrista y cerebro detrás de
Chic, David edita su disco más comercial y accesible: Let’s Dance cuya canción título se convierte en uno de los singles
más significativos de la década ochentera. Dos éxitos más de ese LP: “Modern
Love” y la estupenda “China Girl” (original de Iggy Pop) así como su dueto con
Mick Jagger del cover de la canción “Dancing In the Streets” terminan de
convertir a Bowie en una estrella para la generación MTV. Ahora convertido en
un elegante “crooner” con el pelo rubio su música empieza a tomar un matiz más
simplón, más bailable, más pop. Pero todos sabemos que esa etapa no iba durar
mucho. No cuando sos el camaleón por excelencia. Todavía faltaba que una
generación totalmente nueva lo descubriera: la generación X de los noventa.
Black Tie White Noise
Queriendo regresar a una especie de anonimato, David forma
la banda Tin Machine junto al guitarrista Reeves Gabriels y edita dos discos
bastante sólidos. Regresando a su carrera de solista, los discos Black Tie White Noise y Outside pasan un tanto desapercibidos a
pesar que bandas como Nirvana cuyo cover de “The Man Who Sold The World”
presentan a Bowie a una nueva generación de chicos. A mediados de los noventa Trent Reznor invita a Bowie de
gira junto con Nine Inch Nails y la amistad los lleva a colaborar juntos en el
disco Earthling. El videoclip para la
canción “I’m Afraid of Americans” se convierte en uno de los más premiados por
MTV.
La edad no lo convirtió en un artista melancólico que se
dedicaba a cantar sus viejos éxitos; al contrario lo empujó a seguir creando
inclusive incorporando nuevos arreglos a viejas rolas. Heathen del 2002 y Reality del
2003 ponen al veterano rockero en las listas de favoritos de esos años. Pero
luego vendría el silencio. El largo silencio.
Where are we now?
La siguiente década es marcada por un largo “hiatus” en
donde Bowie se dedica a la actuación en cine y colaboraciones esporádicas con
artistas del nuevo milenio. Es invitado para aparecer en canciones de Kaiser
Chiefs, TV on The Radio y Arcade Fire entre otros. Rumores de su salud solo
crecen por el largo periodo en donde no da entrevistas ni conciertos en vivo.
Luego en 2013 reaparece con The Next Day (trabajando de nuevo con Visconti). Musicalmente en
forma óptima a sus 67 años, el disco le gana elogios. Recogiendo sonidos de su
pasado y mutando melodías nuevas. Hay un tono sombrío en estas canciones. “Valentines
Day”, “Love is Lost” y “The Stars (Are Out Tonight)” son reflejo de un
sentimiento diferente, introspectivo y bastante más obscuro.
Lo que no sabíamos era que Bowie estaba muriendo. Pero en
vez de revelarlo al mundo quiso convertirlo en su última obra maestra. A
inicios del 2016 se edita Blackstar y
el vídeo de “Lazarus” nos presenta al último personaje en la obra: débil y
temeroso con los ojos tapados viendo hacia la oscuridad, hacia la incertidumbre
del último viaje (o será el siguiente?). Un final magnifico a una carrera que
solo puede ser descrita como monumental.
David Bowie fue un artista incansable, un explorador del arte que
vio la vida con un lente muy diferente. Nunca busco gustarle a todos, nunca
busco llegar a todo el mundo. El mundo llego a él. Su magnífico viaje encanto a
todos los que quisimos escucharle. Siempre fue único, original, raro, un
verdadero “outkast”; pero ante todo, nunca renuncio al espíritu de crear. Ni cuando la muerte le
tocaba la puerta. Siguió firme en su búsqueda por el siguiente paso hacia territorios nuevos. Donde el arte se acercara al alma. Desde Major Tom
hasta Lazarus. Volando más alto. Sorprendiéndonos una y otra vez. (Francisco)
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